martes, 11 de febrero de 2014

Contarle tu idea a otros emprendedores

Desde la edad media, el maestro reservaba para sí, la mayor parte del conocimiento del saber hacer y, al aprendiz, llegaba sólo lo necesario. Se dice también que sólo en el lecho de muerte, el maestro transmitía esos conocimientos a uno de sus mejores aprendices, heredándole el puesto, la ventaja y por supuesto todas las ganancias. Durante el Renacimiento, los aprendices se sublevaron y la ansiedad por el conocimiento tomó fuerza independizándose de modo tal, que el conocimiento oculto se transformaba sino en el peor, en una muy grande afrenta digna de ser catalogada como pecado. Entre la Religiosidad, el Arte o la Música el Renacimiento creció y desarrolló el saber hacer como parte neurálgica de una gran época. Pero como todo no dura para siempre, la revolución industrial, para simplificarlo, comenzó a enarbolar que el conocimiento creaba además, poder. Y el poder económico y político, junto al poderío bélico que el mundo expirementó, consolidó la pérdida de la distribución del conocimiento de modo que inclusive, sembró las condiciones que hoy muchos datos estadísticos revelan: poblaciones enteras sin educación, donde la plaga de la desinformación ronda. Internet sin duda, le dió al planeta otra oportunidad de democratizar el acceso al conocimiento, y es curioso y relevante, que el genio de tan pocos creativos y maestros de la Edad de la Información, sean los responsables de devolverle a la gente la posición que se gozaba en el Renacimiento, con una gran diferencia: la escala o el nivel de difusión.

En medio de este devenir explicado por cierto con una capacidad de resumen que a más de uno podría serle chocante (pido disculpas por eso), regresamos para atender lo que nos convoca, al Perú del 2014. Para decir que, nuestra historia de emprendimientos, saberes, y experiencias, es por cierto una historia plagada de más de lo mismo, con la suma del descuido y la ausencia educativa que nos caracteriza aún.

En medio de toda esta cumbre borroscosa, subir la escalera del éxito emprendedor no es fácil. La tentación siempre mirará el esquema del trabajo dependiente que otorga mejores razones y menores complicaciones. Pero algo cambia alredor y es importante notarlo. Nos rodeamos de un mayor número de emprendedores maduros, tanto como de jóvenes entusiastas que preguntan, indagan, investigan y cual aprendices del renacimiento, tienen derecho a surgir y a ser líderes representativos de sus distintas economías. En este afán de desarrollo, que en los últimos 30 años ha estado en manos de los independientes (ahora emprendedores), contar la idea central, es algo que no se piensa, se hace. Tampoco se pone en tela de juicio, simplemente es necesario para el proceso. Permite mejorarla, al menor costo. Y otorga un menor riesgo de pérdida.

Toda vez que no hablamos sólo de pérdidas de dinero, el emprendedor debe buscar las mejores alternativas para evitar que la curva del valle de la muerte le alcance. ¿Cómo hacerlo sin tener guías, maestros, confesores, familiares dispuestos al ante juicio o simplemente compañeros de estudio que nos den su opinión?

Aún así es posible y real que un gran grupo de emprendedores no se anime aún a saltar desde el encubrimiento de las ideas, hacia el desarrollo gratuito de las mismas. Inclusive las estrategias auto generadas, podrían ser mejores si se encontrará la ventaja y la diferencia en los resultados que compartir ideas genera.

La invitación está hecha, el destino puede cambiar para todos.


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