lunes, 27 de octubre de 2014

Aléjese del temor a la iniciativa

Durante muchas sesiones de consultoría, entrevistas con dueños de negocios, encuestas a emprendedores, conversaciones informales, entrevistas a trabajadores y a postulantes a puestos disponibles, siempre detecto un detonante recurrente en las relaciones laborales que terminan por dañarse y concluir. Se llama "temor a la iniciativa". Y como todo temor, surge de la incomprensión del proceso alrededor de la misma, del aporte, del sentido que podría tomar, de los costos de brindarle soporte, de la capacidad para dirigirla, entre otras ausencias o presencias que pueden terminar sin duda, por minar las relaciones laborales.

Lo menos interesante del proceso que activa la iniciativa, es justamente el proceso paralelo por el cual se detiene, se bloquea, se confunde, se desdibuja o se descontrola. Y por experiencia les digo, que parecen situaciones iguales, pero no lo son.

Lo más interesante de la iniciativa es que podrías "activarla" en cualquier momento para llegar hasta dónde tus propios límites te lo permitan, pues se transforma en una gran capacidad que utilizada a favor de lo que (sí) funciona puede generar grandes avances. Si alguna vez escuchó o leyó la diferencia entre lo matemático y lo geométrico en términos de velocidades, la implantación de la iniciativa coherente, fluida y libre, semi-controlada alrededor de la definición de funciones, responsabilidades y resultados esperados, puede convertir a su organización en un reto continuo, sin retroceso, directo hacia niveles altamente productivos.

El punto quizá radique en encontrar el estímulo y la motivación correctas para darle empuje a esas ideas, o al menos saber cómo es que vienen o nacen aquellas ideas que promulgan a la iniciativa como la mecha que prende la velocidad de acción. En el intento de auto complementar mis conocimientos de emprendimiento, he pretendido hoy desarrollar las relaciones conscientes o no, dedicándome a desmenuzar este proceso que a veces parece "caja negra".

Empecemos por reconocer que la iniciativa es humana y por lo tanto no es algo programado, y debería aceptarse como tal, es decir, no es algo que se puede planificar, es una cualidad, también es un sentimiento vinculado con el estilo de vida, y sin duda pasa muy cerca del aprendizaje relacionado con el cumplimiento de objetivos, y qué decir, de aquellas personas que siempre están interesadas en dar más o ir más allá de lo que se ha fijado como básico (o inclusive como algo hiperlativo). 

Ahora siguiendo la pauta, encontrar personas con iniciativa no es fácil, ya que se trata de un aprendizaje vinculado a las relaciones previamente establecidas. Si las relaciones, por ejemplo las laborales, fueron fructíferas, y la iniciativa fue el centro de un fluir sin limitaciones, que además, funcionó bien, el aprendizaje estará basada en un escenario provechoso. Pero muchas veces caemos en el auto-engaño de suponer que todos los escenarios aprueban la iniciativa, o la entienden como tal. Eso es también algo normal, que no se acepta, y mucho menos se identifica. Algo asi como un sesgo del criterio, que nos anuncia que es mejor tenerla y peor cultivarla o ponerla en acción. 

Por ejemplo, hay emprendedores que todo lo esperan, todo lo quieren, todo lo piden, pero en nada o casi nada colaboran, brindan, explican, nutren, aportan, solicitan, coordinan, y podría seguir pero creo entender que ya me entendieron. Y los hay también, alrededor de la misma iniciativa, de aquellos interesados en rodearse de gente con ese tipo de valor humano, por que lo dan por hecho, esperan que esté presente, y dan todo de sí, creando el extremo opuesto, escenario sobre el cual, dicen tanto, que ya poco queda por decir o hacer, pero aún desean más y más rápido. ¿En dónde ubicarse? Quienes hayan tenido clientes, jefes o compañeros de trabajo que viajen por vida de estas dos formas, me darán la razón. Ocurre. Y usualmente en las empresas con mercados dinámicos o necesidades urgentes orientadas a la cobertura e incremento de su participación comercial (empresas en ascenso o empresas que ya crecieron que se pretende ordenar mejor).

Los procesos paralelos.

Cuando la empresa no entiende la iniciativa, y la detecta como un innecesario adelanto de acciones, o le perturba de algún modo la rotura del statu quo, de la tranquilidad de las operaciones, o aceptando la nueva velocidad, reconoce que no es veloz como para poder seguirla, es que surgen los bloqueos a la iniciativa. Estos bloqueos en cierto modo generan disminución en las ventas, en las acciones que conducen al crecimiento y sin duda alguna desmotivación en quienes se dedican a promoverlos o a generar las bases de su incorporación en la mentalidad de los colaboradores a cargo.

La iniciativa se bloquea cuando los proyectos en marcha se suspenden.
Se confunde cuando no existe el nivel adecuado de comunicación entre quien controla la iniciativa y quien la utiliza para trabajar.
Se desdibuja cuando sus resultados se asocian con la duda, y no se permite tenerlos (ocurridos ya) para analizarlos e implantar procesos de mejora continua. Y se descontrola cuando se aplica en organizaciones sin estructuras jerárquicas, procesos integrales definidos o sin áreas vinculadas.

Qué es y qué no es la "iniciativa".

En términos directos, la iniciativa es una condición de pensamiento que apunta a la acción antes que a la reflexión, pero cuyo resultado será mejor en la medida en que el promotor de la misma, posea un mayor nivel de auto-confianza (generada en escenarios que la estimulan y no la condenan) o que sepa ir sobre ella, controlando los resultados de la interacción y desarrollo sobre la marcha, de acciones, recursos, análisis, prueba-error y coordinaciones.

No es una situación fácil de manejar para cualquiera y no todo lo que vemos que se materializa en acción se puede describir como nacido de un correcto entendimiento de la iniciativa.

De hecho la iniciativa más eficaz, es la que generan los emprendedores con experiencia de gestión, los analistas que tienen claro el proceso que construye rentabilidad (a todo nivel) y por cierto los administradores enfocados en el flujo de operaciones coordinadas que visualizan la acción - el recurso - el canal y el momento propicio para detonarla.

La iniciativa en mis colaboradores.

De hecho esta palabra mágica, con todo lo que su aplicación implica, no surge si no existe el nivel adecuado para atenderla, entenderla y ocuparse de ella, pues hasta un mal entendimiento de lo que motiva y no motiva, puede generar que la iniciativa se promulgue y no pase a los hechos, o se bloquee desde un lugar diferente al de la Gerencia o la Gestión: desde la mente de los colaboradores.
Es por ello, que si bien la iniciativa no puede enseñarse, más allá de hablar sobre ella, sí debe premiarse, orientarse, reconocerse, y dotarse de todo aquello que la refuerce y para ser claros, gran parte del "truco" y "la magia" (que en realidad no lo son) parten de:
1. Las políticas coherentes
2. La aplicación justa
3. La capacitación permanente
4. La aceptación de errores
5. El feedback positivo

¿Debemos temerle a la iniciativa de nuestros colabores?

Si llegó en esta lectura hasta aquí, entenderá claramente que la respuesta es No.
Sin embargo si hay a qué temerle:
1. A bloquear la iniciativa.
2. A no orientarla
3. A no contar con las definiciones adecuadas sobre políticas relacionadas
4. A no contar con procesos de capacitación
5. A no contar con políticas que promuevan la equidad, el balance y la productividad

En suma, a no reconocer que los perfiles que promueven y destacan la iniciativa generalmente son los mismos que ven en el cielo el único límite al que deben llegar para seguir prosperando.

Éxitos en sus emprendimientos.
Sergio González

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