lunes, 19 de mayo de 2014

Aprendizajes sin músculo

Aprendemos a diario y la mayoría de las veces no nos damos cuenta. Aprendemos de los demás, cuando conversamos, cuando leemos, o cuando soñamos juntos, despiertos. Aprendemos observando cómo reaccionan las personas que más queremos, respecto de lo que hacemos o dejamos de hacer. Aprendemos solos, si acaso, reflexionamos sobre cada uno de nuestros pareceres. Aprendemos por desbloqueo, una bendita situación de luz, que aparece de pronto y sin pedirlo y nos permite, entender. Aprendemos por los golpes de la vida, que no son pocos, y al ocurrir nos dejan una huella doble; por un lado el arrepentimiento o la cicatriz de un doloroso conformismo y por el otro, el consuelo sobre los días que te queden para no volver sobre el camino mal andado. Y hablando de caminos, aprendemos de los tropiezos, de las grandes batallas, de los logros y de los éxitos, que siendo efímeros son, y ayudan de sobre manera. 

Pero la vida no está hecha sólo de aprendizaje aunque estoy seguro que si así fuera, sería una maravilla insípida de aquellas que empalaga. La vida está hecha de algo más denso y al mismo tiempo silencioso, como la telaraña que se construye de madrugada. La vida es una sumatoria de experiencias, de encuentros, de fusiones, de apegos, de rebotes y de transformaciones y todo ello se crea y re crea todo el tiempo, por que todo el tiempo tomamos decisiones de vida relacionadas con la autoconducción. Y es ésta, la que nos orienta hacia la resta, o hacia la multiplicación. Dicho de otro modo, nos conducimos mal, o bien. El efecto, dependerá de ello.

Andamos por ahí, entonces, recibiendo estímulos en el corazón (aquél que domina el cuerpo), en la mente (el cerebro) y en el alma (espíritu) y gracias a a esa triple combinación, y a la luz que nos ayuda a visualizar la materialización de la cual somos testigos a diario, tenemos percepción y disfrutamos de los sentidos, hasta que los utilicemos para inclusive, hacernos daño por cuenta propia y también a los demás. 

Sin embargo, el problema es que todo este detalle, es pocas veces percibido. Y no estoy seguro si acaso sea lo mejor. A veces confundimos lo que ocurre y no aceptamos el aprendizaje, no queremos ver o dejamos de hacerlo, respecto de dónde viene. Negamos el origen (corazón, cerebro o espíritu) y cortamos el estímulo, para terminar desconectados. Allí es cuando el ego hace su mejor trabajo, nos confunde (sin darnos cuenta) y optamos por el camino fácil, el de menos impacto, el más simple y ganador: aquel que nos aleje de los costos de aprender. 

Aprender sobre la vida no basta, también es necesario saber el antes, disfrutar el durante y ejercer, sobre todo ejercer, el después de ese aprendizaje. El pequeño detalle es que para hacerlo, debemos utilizar el presente. Aunque podríamos confundirnos un tanto y preferir el pasado (donde no ejecutaremos más que aquella parte del cerebro que recuerda) o soñar en extremo con el futuro, donde el reto siempre será cumplir con una fuerte condena hacia la práctica del vaticinio que no nos hará nada bien.

Así que si aún no se han inventado los Gimnasios para la Vida, ejercítate, entrena, desarrolla la musculatura suficiente, por que la vida es golpes, para dar y recibir, decisiones que protegen o desnudan, y por qué no, opciones disponibles que cambian los zapatos que utilizaremos para el siguiente paso.

Éxitos :)